En un Valle que va de los 2100 metros a los 300 metros en cuestión de unos kilómetros, si no lo has visitado nunca, podrás visualizarlo fácilmente con unas pendientes en algunos puntos muy pronunciadas.
En estas pendientes empinadas no podían faltar nuestra conífera más famosa de los montes españoles, el Pino silvestre o pino albar.
Más de 400 hectáreas de Pino rodean las partes más altas del Valle (la extensión más grande de Extremadura) alrededor de la cota de los 1100 metros de altitud, allí donde nuestro árbol se siente muy cómodo tanto por las temperaturas como por la composición del suelo. Dicho suelo, granítico como casi todo el Norte extremeño, es un suelo delgado, sin grosor y muy drenado. Nuestra conífera, como el resto, posee una fuerza en sus raíces enorme y se instala a la perfección en esos lugares donde, previa a las reforestaciones de los años 60 y 70 de las que son originales, había enormes extensiones de Brezales y escobonales que alimentaron a las miles de cabezas de ganado caprino que habitaban toda la cadena montañosa.
En nuestras rutas en 4×4 por el Valle del Ambroz, los atravesamos y nos paramos a observar sus colores canelas de la parte externa de su corteza y sobre todo, a sentir los olores. La frescura de la alta montaña mezcla en sobremanera con las sustancias volátiles de sus troncos. Una experiencia además de visual, odorífica que hacen de estas salidas algo diferente sobre todo para las personas poco habituadas a estar rodeadas de estos rincones que a veces no recuerdan a Extremadura.
Lo primero que sorprende de esta especie es del tamaño de sus piñas, son las más pequeñas de entre sus primos “coníferos”, al igual que sus hojas o acículas de entre 4 y 5 centímetros. Con estos caracteres y el precioso color de su corteza podremos diferenciarlo por cualquier lugar que vayais. Visualiza una puesta de sol, coge parte de sus rojizos-anaranjados y pinta de ese color un tronco. Tendrás el tronco de nuestro Pino albar.
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